Lance Owens by Alissa Brontë

Lance Owens by Alissa Brontë

autor:Alissa Brontë [Brontë, Alissa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-30T00:00:00+00:00


* * *

Recojo a Natalie en la puerta de su apartamento. Vive en un barrio alejado del trabajo, un barrio obrero. No es un barrio peligroso, pero tampoco donde residen los neoyorquinos que tienen éxito.

Lleva un vestido de manga corta en tonos claros y una chaqueta lisa. Donde vamos hará calor y estoy deseando tener un momento de descanso para llevarla a la playa para tomar el sol. Verla en bikini. Disfrutar de la sal sobre su piel. Solo la visión de ella llena de arena y sal, con el pelo plagado de gotas de mar es suficiente para que me empalme.

Sé que solo es sexo. No puede ser nada más. Aun así, a veces me da la sensación de que podría serlo.

—¿Lista para las minivacaciones?

—Pensaba que íbamos a trabajar.

—Y lo haremos, pero también habrá tiempo para divertirse.

El trayecto en avión, que dura algo más de cinco horas, transcurre sin inconvenientes. Se nota que estos días la he tenido trabajando hasta tarde, porque en cuanto despegamos, se queda dormida. Debería resultarme raro sentir su cabeza apoyada contra mi hombro, pero me parece tan… natural. Cómodo.

Creo que es la mujer con la que más tiempo he estado desde Jessica. El piloto anuncia por la megafonía que estamos a punto de aterrizar, por lo que la muevo con suavidad para que se despierte.

—Vamos a aterrizar, Lie —susurro.

Parpadea y levanta la vista hacia mí y entonces se da cuenta de que se ha quedado dormida sobre mi hombro.

—Lo siento —se disculpa en voz baja.

—No tienes que hacerlo.

—Pero te habré molestado todo el viaje con esta postura.

—Yo estoy bien, ¿y tú? ¿No te duele el cuello? —pregunto, justo cuando una de las azafatas pasa por nuestro lado para comprobar que todo esté bien. Cinturones abrochados, móviles apagados…

No disimula que le parezco atractivo. Le da igual que esté acompañado, me sonríe y se me come con la mirada, embobada, parada frente a nosotros, hasta que Lie carraspea y entonces parece volver a la realidad y sentir un poco de pudor por su descaro, por lo que pide perdón y sigue con la ronda.

—Vaya —murmura Lie.

No necesito que diga nada más, sé que se refiere a la azafata.

—¿Sabes? —llamo su atención—, hubo un tiempo en que pensaba que debía tener cuidado de todo.

—¿A qué te refieres? —pregunta en voz baja, acercándose a mí.

—Mi madre, desde pequeño, me explicó que había personas que me rechazarían por el color de mi piel. Que les asustaría que fuera más oscura que la suya.

Lie me mira con los ojos abiertos, como si no entendiera de qué hablo. Es lógico, solo lo sabemos aquellos que hemos pasado por algo así, pero me gusta su mirada, porque me deja claro que nunca ha sentido rechazo por otros a causa de su piel.

—Así que me enseñó que, si entraba en una tienda, llevará siempre las manos fuera de los bolsillos de la sudadera, a la vista. Y que mis movimientos no fueran bruscos. Que me mantuviera alejado de las chicas blancas y que



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